Buscando Espontaneidad

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viernes, 8 de abril de 2011

Encuesta Dominical: Lima tiembla


Sobre las mesas de las salas de las casas de todas las familias de Lima, descansa el periódico del día. La primera plana muestra a Maulah con el brazo derecho extendido hacia arriba, los dedos de la mano unidos, la palma abierta, una confiada sonrisa en los labios y una vista fija hacia un horizonte prometedor; todo símbolo inequívoco de victoria y confianza.

Los primeros en observar la carátula del diario se alarman, quieren pensar que no significa lo obvio, abren por completo el dominical y una encuesta que fija como principal líder para la presidencia del Perú a Maulah los empuja de sus sillas con un puño atroz y los tumba en el suelo de loza, de tierra, de alfombra, de jardín, de miedo, de pánico, de incertidumbre.

Las esposas son las primeras en actuar y toman las llaves de encima de la jarra del recibidor, encienden los automóviles y huyen a los Bancos a retirar todos sus ahorros. Los esposos – aun atontados– sólo son capaces de ir a los supermercados y comprar los productos que, se acuerdan, antes no se podía. Los hijos, entre tanto, ya han llamado a las agencias de viaje y aerolíneas aéreas, solicitando información para repatriar sus restos a España, Argentina, Estados Unidos, Italia…cualquier país del mundo que no sea P-E-R-Ú.

Sin embargo, en la Sierra peruana, donde el negro asfalto no llega y menos aún llega el término globalización, las personas que sólo trabajan para comer, los ancianos que han visto las oportunidades no llegar, los líderes de las comunidades campesinas, ¡las comunidades campesinas!, y los jóvenes que crecen con una hoz y un martillo sólo porque con algo hay que crecer, celebran mientras ven en el papel la imagen de Maulah y el gráfico estadístico, todo lo cual les hace suponer que él está por encima de los demás. Algunos de ellos empiezan a sentir como de las plantas de sus pies una raíz se incrusta en el barro, se hunde a metros de profundidad, cruza los Andes hacia la capital y renace en los alrededores de Palacio de Gobierno, donde se enredan entre los fierros que protegen la democracia y empiezan a tirar hacia atrás, hacia atrás, hacia atrás, y Lima tiembla.

Sin embargo el primer sin embargo, en la sala de la casa de una familia de Lima, un hombre de apellido Maulah sonríe mientras soba con las yemas de los dedos el periódico del día. Su esposa estira las manos y lo toma del brazo, emocionada pensando en todos los beneficios y lujos que conllevará ser primera dama de la Nación. Los ojos de Maulah vuelan fuera de la sala y recorren lugares llenos de dinero, de viajes, de fiestas, de ceremonias, de condecoraciones, de favores y en su mente no se deja de repetir como cassette malogrado el discurso mesiánico que tanto proliferaron sus labios mentirosos durante los últimos meses y años. Sus ojos regresan a la sala, miran a su familia –uno por uno– y se incomoda de estar ahí, es que ahora le son tan poca cosa.

Sin embargo el segundo sin embargo, en un país al norte del Perú (pero no en el país yankee e imperialista sino en uno totalitaristamente contrario), un hombre capaz de generar el cáncer de Latinoamérica sonríe a gusto y su boca se llena de arepas podridas. El teléfono suena en su despacho presidencial, él lo contesta con las manos sucias y de sus labios se escucha una voz grave y entonada (casi fingida, se podría decir) que exclama eufórico –…sí carajo! Esta vez la inversión sí resultó mi hijo. Ese huevón de Maulah nos deberá rendir pleitesía y regalar un cuarto lleno de oro como el de Atahualpa. ¡Qué cuarto carajo! ¡Todo el Perú!–.

1 comentario:

Paola dijo...

esperemos que no sea así hermanito