Buscando Espontaneidad
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lunes, 1 de agosto de 2011
Sobre puertas y maletas
Nunca quise que nuestra discusión terminara en puertas abiertas y maletas cerradas. Sin embargo, ahora tenía que soportar verte parada en el marco de la puerta, pisando el felpudo que irónicamente decía “Bienvenidos”. Ahí estabas tú, a punto de ser devorada para siempre por un rectángulo de madera, y sólo podías decirme adiós con tu espalda insípida que, ante mis ojos, se empezaba a deshacer por todo el departamento que alguna vez llamaste nuestro.
¡No te vayas, amor! –logré decir, pero mis palabras rebotaron en un cuarto cerrado.
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