Una frase intensa, amiga de una palabra,
enemiga de un punto, y espejo de un alma,
se lleva sin piedad mis más hondos pensamientos
y arremete con fuerza y sin piedad
la hoja blanca que nunca entendió nada.
Escribo sin pensarlo y leo así sin entenderlo,
tan sólo vuelco lo que siento por dentro,
y la frase más intensa aun sigue doliendo.
Se siguen perdiendo así las letras en la hoja,
la anarquía contra el orden, la matanza contra las comas,
la lucha por lo ya perdido, por lo nunca entendido.
Y así muere también la frase, ahogada en un cuento de dolor,
muere la hoja finita, finita como los dos.
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