Buscando Espontaneidad

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miércoles, 26 de diciembre de 2007

La niña que por primera vez subió a una combi


6:45 de la mañana, mi madre entra y me dice “A levantarse que si llegas tarde a la escuela tu papá me va a gritar a mi”, entonces así mi querida mamita, sin el más mínimo cariño, me destapa las sábanas, me abre las cortinas y también la ventana. La receta siempre viene acompañada de unos gritos por aquí y otros por allá.

Miro con sueño por la ventana e intento distinguir el cielo para ver que me pongo, ¿hará calor o frio?, y “Oh coincidencia” el cielo es gris como siempre en Lima. De la nada, se escucha a lo lejos los acostumbrados mariachis que pasan por mi casa, cantando a voz en cuello; “boteeella, revistas, ropa vieja. boteeeellaaaa”. El sonido taladra mis oídos y pongo un poco de música mientras me baño y me cambio antes de salir a la escuela.

Salgo de mi casa y corro a la avenida. Es la primera vez que voy a tomar una combi, estoy emocionadísima.

Llego por fin al lugar y me percato que la combi está estacionada convocando gente a subir, lo curioso es que al costado de ésta hay un cartel que dice “no estacionar” y pienso, “¿qué raro? quizás esa señal es sólo para los carros, para que no molesten a las combis, porque todas están estacionadas ahí”.

El caballero de la puerta, es decir, el cobrador, me parece que canta en algún grupo de reggeaton, porque no deja de hablar a ritmo raro; “todo Benavides, próceres, precursores, chama chama”. Pero bueno, ojalá que tenga éxito. En fin, soy la última en subir al transporte que me llevará a mi escuela y al parecer el cobrador iba hablando con el conductor sobre que comerían en el almuerzo porque justo al entrar el cobrador le decía “Pizza, pizza”.

La combi arranca y yo me acomodo entre un señor que va dormido y una señora que abraza con mucho cariño y amor su cartera (se la debe haber regalado su enamorado o su esposo porque yo abrazo igual por las noches al osito de peluche que me regaló mi enamorado). En eso, me percato que la puerta debe estar malograda porque el pobre cobrador se queda parado cogiéndola pero no la logra cerrar y el carro aún así avanza; creo que eso es peligroso y seguro que si lo ve el conductor se va a asustar.

El recorrido es tranquilo y me doy cuenta que el conductor es muy conocido porque muchos vehículos se detienen muy cerca de la combi y lo saludaban eufóricamente, algunos incluso preguntan por su familia, todo es muy gracioso. Entre tanto, llegamos al semáforo y como dice mi mamá, ¿por qué llevarme al circo si hay uno en cada esquina? Dicho y hecho no faltaron quienes animaron nuestra parada, haciendo malabares con pelotas de tenis, parándose de cabeza, saltando de maneras complicadas y tocando con su zampoña “la lambada”.

De repente, entra un niño y pienso que se va a sentar pero en cambio pide un momento para que lo escuchemos y dice: “yo no vengo a robar, sino que les pido colaborar, que se pongan una mano en el pecho y la otra en el bolsillo derecho y me den unos centavos por favor…” su discurso es realmente cautivador, pero no muchas personas le dan dinero, quizás porque todo el dinero se ha agotado con el cobrador que dice “pasaje, pasaje”.

Por último, llego a mi colegio y me parece lindo de parte del cobrador que nos indique las instrucciones para bajar diciendo: “los que bajan pie derecho, pie derecho” y así lo hago, con el pie derecho y feliz de ir por primera vez en combi, quedándome una muy bonita experiencia y un muy extraño olor.

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