Este mundo tiene que estar de cabeza; en serio,
de cabeza. No puede ser que porque conoces a una persona, porque suceden años
juntos y porque las cosas terminan en cervezas de más y en recatos de menos, un
día, un simple “tú eres mi pata del alma, weon”, justifica que mañana más tarde
uno se vuelva el cómplice de la mierda. Y es que el tiempo pasa, y ese amigo “del
alma” empieza a ser distinto a ti; “porque así es la vida” te dice otro amigo
más maduro que tú. Entonces, este amigo tuyo -el primero, no el segundo-, un
día tiene una novia; una novia a quien más tarde le es infiel. “Huevón, la
cagué” te dirá al comienzo tu amigo. Un poco porque en el fondo sabe que la
cagó y otro poco porque no te imagina a ti haciéndole eso a tu novia, entonces
quiere un poco de tu empatía, un poco de tu complicidad.
Los días pasan y te olvidas de tu amigo y
también te olvidas de su historia. Pero luego te encuentras con su novia en un
centro comercial. Ella se acerca a ti y te sonríe antes de darte un beso en la
mejilla y empezar a hablar. Es evidente que aún no sabe nada. Te cuenta que
está muy feliz y feliz también con tu amigo. Detrás suyo espera toda su familia,
quienes parecen tan buenos y tan unidos. “Le harán mucho bien cuando todo se
descubra” piensas. Cuando ella regresa con su familia y tú te volteas para
alejarte –a pesar que no querías ir a ningún lado– te dices que es una tonta si
no se ha dado cuenta. Pero es obvio que ella no será capaz de darse cuenta, por
lo que jamás lo sabrá, salvo que tu amigo se lo diga. Pero él no se lo dirá,
estás casi seguro que no se lo dirá.
De nuevo pasan los días y tú te aburres en clases
de algún curso. Tu profesora quizás te irá contando cómo funciona el costo de
oportunidad, pero tú sólo podrás pensar en ella, que es tan buena y tan
compasiva, tan “no te preocupes mi amor, yo lo hago”. Te dará pena su
ingenuidad y su burbuja. Ella no sabrá que ese castillito que construía en la
arena está totalmente destruido del otro lado. Ella sólo podrá ver su lado, y se
verá tan bien su lado, pero tu amigo habrá derrumbado toda su mitad, y eso,
eventualmente, destruirá por completo el castillo construido con arena.
“Se lo voy a decir” decides finalmente; sin
embargo, luego te enfrentas a ese dogma de creer que él es tu amigo y no le puedes
hacer eso. A pesar que ella es tan buena y no se merece nada de lo sucedido, tú
no puedes hacerle eso a tu amigo. A pesar que en ese problema bilateral el malo
es tu amigo, te repito, tú no puedes hacerle eso a él. Porque en la vida adulta
ya no hay buenos o malos, sólo hay conocidos o desconocidos. Entonces, para
calmar a tu consciencia que arde junto con tus principios derrotados, decides
hablar con él.
Conversas, le explicas lo que crees, le dices
que debe decirle la verdad a su novia. Él te miente y te dice que la quiere mucho,
y te miente de nuevo y te dice que jamás lo volverá a hacer. Tú no le crees
pero le dices que le crees. Asientes con la cabeza y te alejas de él, con la
esperanza de que eventualmente ellos terminen. Sabes que ella sufrirá si su
relación termina pero todo será mejor para ella, o al menos más real que lo que
allí tiene.
Pasan los días, pasan los meses, él sigue con
ella, tú sigues siendo su amigo. Ella cree que se irán a casar, y él no tiene
problemas con algún día hacerlo. Tú por tu parte, crees que todo es una mierda,
que como se dijo al comienzo este mundo está de cabeza, porque una buena mujer destruye
su futuro mientras tú sigues allí, en un sillón, escribiendo algo que se titula
“El mundo al revés”, siendo un buen amigo, pero una mala persona.
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